Ciencia y Vida

viernes, septiembre 07, 2007

ALGUNAS VECES MENOS ES MÁS


Existen algunos estudios en animales de laboratorio que apoyan la hipótesis de que una reducción en la ingesta de nutrientes incrementa la longevidad. Recientemente, en la revista “Nature” se publicaba la existencia de mecanismos moleculares paralelos que podrían explicar la implicación de distintos genes en este mecanismo. Este descubrimiento podría permitir, en el futuro, mejorar la salud y extender la vida media de las personas.Lo mencionábamos hace unos meses en este mismo “blog” (08/03/2007) la longevidad se alcanza, sin duda, con hábitos de vida saludables, pero también influye una cierta “carga genética”. La revista “Nature” (vol. 447) publicó recientemente en dos artículos (pags. 545 y 550) que dos nuevos genes PHA4 y SKN-1 están relacionados directamente con la longevidad observada en gusanos (Caenorhabditis elegans), como los que se muestran en la foto, a los que se les reduce su ingesta nutricional bacteriana.La disminución de nutrientes en mamíferos, concretamente, hidratos de carbono, está relacionada con una menor activación de las señales propias de la insulina, una hormona que libera nuestro páncreas en respuesta a los niveles plasmáticos de glucosa, de hecho muchas dietas adelgazantes “disociadas” se basan en no mezclar hidratos de carbono con otros nutrientes, como proteínas o grasas, para evitar este incremento de insulina. La reducción de las señales propias de esta hormona, así como otros mecanismos paralelos que implican a PHA4 y SKN-1, parece que originan, entre otras acciones, la activación de los genes que permiten aumentar nuestras defensas frente a los radicales libres que se producen en las células indefectiblemente y que son una de las causas del envejecimiento. Los estudios de los mecanismos que impliquen a estos genes en longevidad y su paralelismo en mamíferos serán de gran interés en los próximos años.Nuestra ingesta está relacionada con la sensación de apetito. Existen sustancias que nuestro organismo produce que permiten al cerebro saber si necesitamos o no ingerir alimentos, por ejemplo la leptina que produce nuestro tejido adiposo informa al cerebro que ya hemos comido suficiente y que es mejor gastar la energía acumulada. Los seres humanos que no responden a leptina desarrollan obesidad. Aplicar estos conocimientos en seres humanos requerirá aún muchos estudios pero mientras tanto ahora podemos saber que probablemente quedarnos con un poco de hambre tras una comida puede ayudarnos a vivir un poco más.