Ciencia y Vida

domingo, julio 24, 2011

YO Y MI COMPLEMENTARIO


En el mundo animal encontrar pareja para reproducirse y salvaguardar el acervo genético, en general, no resulta un proceso que requiera de mucha meditación por parte de los implicados. Los humanos parece que a veces le damos más vueltas de las necesarias y no siempre resulta algo fácil si uno se plantea una relación duradera y con proyección. Encontrar a la pareja perfecta, pasando o no por vicarías o juzgados, es sin duda una cuestión de azar y de necesidad. Algunos lo tienen muy claro desde la primera mirada, otros pasan media vida reflexionando. No le des más vueltas, busca a tu complementario.

La biología nos enseña que la vida se ha abierto paso hace millones de años mediante acoplamientos moleculares que encajan como las piezas de un puzzle. Los grupos químicos que constituyen el ADN, por poner un ejemplo, se reconocen mutuamente porque existe un acoplamiento perfecto entre sus estructuras, donde algunos grupos químicos sobresalen, en la parte complementaria hay huecos perfectos para su ensamblaje, una adenina se acopla perfectamente enfrente de una timina, hay otras bases nitrogenadas en el ADN pero el encaje molecular se repite así desde hace millones de años, por eso los hijos nos parecemos a nuestros padres. Los enzimas que catalizan las reacciones que nos permiten obtener la energía de los nutrientes pueden reconocer a sus sustratos, a sus reactivos específicos porque existe un acoplamiento perfecto en sus estructuras, igual que una llave reconoce exactamente la cerradura que puede abrir. Las hormonas que inciden sobre receptores específicos para transmitir una señal a las células lo hacen mediante un perfecto encaje molecular, igual que cuando un helicóptero aterriza en la hache del helipuerto. Por eso siempre la insulina favorece la captación de glucosa y la adrenalina nos acelera el corazón. Reconocer lo que complementa en términos moleculares lo conocemos como “complementaridad” y permite, como les comentaba, que la vida se desarrolle en cada célula de nuestro organismo y en cada ameba de cualquier charco de la calle. Cuando tratamos de buscar a nuestra pareja para compartir hipotecas, alegrías y quizá una prole de mocosos, deberíamos regresar a la biología. Busquemos alguien que se complemente con nosotros, si eres callado, busca alguien que hable por los codos. Si eres muy reflexivo, busca alguien más espontáneo. Si te gusta manejar el mando a distancia en el sofá de casa, busca alguien loco por salir y viajar. Si te gusta gastar dinero, busca un ahorrador. Si te gusta la playa, busca alguien con pasión por el senderismo de montaña. Si quieres alguien igual que tú sólo tienes que mirarte en el espejo, pero si buscas alguien para compartir tu vida busca la “complementaridad”.